LA MUJER EN LA GUERRA CIVIL
La situación social de la mujer española en los principios del siglo XX mostraba un panorama descorazonador. Estaban discriminadas, no se les permitía a la mayoría trabajar, estaban sometidas a la desigualdad política y educativa y la discriminación legal y laboral caracterizaban su suerte.La población femenina estaba sometida como sabemos, a muchas restricciones tanto sociales como económicas y culturales.
Esta situación desventajosa debemos situarla en el marco más amplio del lento desarrollo de las estructuras sociales y económicas en la España del siglo XIX, ya que el establecimiento del nuevo régimen político se produjo en el complejo contexto de problemas económicos, divisiones internas de las filas absolutistas y un pacto entre la debilitada clase política liberal y los dirigentes de los estamentos privilegiados del Antiguo Régimen. Las dificultades de este modelo de transición a un Estado liberal iban a marcar el futuro desarrollo de España acentuando sus tendencias conservadoras y debilitando a las fuerzas que que impulsarían el cambio en los ámbitos político y económico.
A finales del siglo XIX y principios del XX, la representación cultural sobre las mujeres se basaba en el discurso de la domesticidad que recordaba el prototipo femenino de la perfecta casada, cuyo papel principal era el cuidado del hogar y de la familia.Por esto, las mujeres debían ser modestas y sumisas y dedicarse amorosamente a sus hijos, maridos o padres, pero también debían desempeñar de forma eficaz su función de gobernanta de la casa.
Aunque en lo que vamos a centrarnos en es el gran paso que dieron algunas de ellas y ver como actuaron en la guerra. Vamos a centrarnos en el bando republicano y de este modo, hablaremos de las milicianas.
Sabemos que los estudios sobre la guerra han descuidado, en gran parte, la visión de las mujeres y la perspectiva del género
Comencemos a hablar de las milicianas y heroínas de las trincheras, y cómo esto hizo que se transformara la imagen de la mujer.
La mayor visualización de las españolas y la proyección más amplia de su imagen en el escenario de la Guerra Civil, no era necesariamente un reflejo de una nueva realidad social. Las nuevas imágenes podían trasmitir un mensaje que no cuestionaba significativamente las actitudes convencionales sobre el modelo del género. Sin embargo, la gran modificación de la imagen de la mujer durante la guerra pudo insinuar una negociación de las relaciones de poder entre los sexos.
La Guerra Civil actuó de impulsor en la movilización femenina y dio lugar a un reajuste de las actitudes hacia las mujeres y su fundación social. El trato que recibían era distinto debido a la nueva imagen que proyectaban.
Ya no se trasmitía el mensaje de la domesticidad; ahora tenían una presencia pública en la lucha antifascista.
Se destacó su capacidad para realizar empresas hasta entonces muy poco reconocidas en el trabajo social voluntario y la educación y se les concedió una nueva importancia como parte crucial en la reorganización de una sociedad en guerra. Se solicitó su presencia activa en la guerra contra el fascismo. Aunque, la ruptura del confinamiento tradicional de las mujeres en el hogar y la visibilidad pública que se les dio, no se produjo en toda la España republicana. Los cambios se produjeron más rápidamente en Barcelona, Madrid y Valencia. Y a pesar de las limitaciones tradicionales, muchas se adaptaron rápidamente a este nuevo escenario y participaron con entusiasmo en la lucha.
En la propaganda republicana, anarquista, comunista y socialista hubo un cambio significativo, ya que las mujeres aparecían en los carteles, consignas e imágenes de la guerra.
Uno de los nuevos símbolos de la revolución y la resistencia antifascista en la iconografía de la guerra fue precisamente la figura de la miliciana. El arte revolucionario, contemplado sobre todo en los carteles, las retrataba como jóvenes, atractivas de finas siluetas, vestidas con monos azules y con fusiles. Esta proyección de las milicianas es la que daba la imagen de una mujer activa, resuelta y emprendedora dedicada al esfuerzo bélico.
En verano de 1936, la figura heroica de la miliciana se convirtió rápidamente en el símbolo de la movilización del pueblo español contra el fascismo. La guerra contra el fascismo y la dinámica revolucionaria generada crearon un contexto vital para un cambio a favor de las mujeres republicanas. Al asumir el papel de soldado en armas, atribuido siempre a los hombres, las milicianas ponían en evidencia a estos y apelaban a atributos de la masculinidad, como la virilidad y el coraje.
Pero, a partir de diciembre de este mismo año, apenas se proyectaban los carteles y propagandas que mostraban a las milicianas. Con el paso del tiempo ya no se evocaba a las milicianas como heroínas, sino como figuras desprestigiadas que obstaculizaban el desenvolvimiento correcto del esfuerzo bélico. La imagen de la miliciana anunciaba un efecto perjudicial sobre la opinión europea y, desde luego, fue hábilmente instrumentalizada por la propaganda de Franco, que pretendía manipular el papel de las mujeres en la resistencia antifascista.
En el contexto de la Guerra Civil es importante asegurarse de la profundidad y consistencia de los cambios en el comportamiento y las funciones sociales porque a pesar de las apariencias de muchas mujeres, cabe pensar que aun no se habían efectuado los cambios decisivos en las actitudes culturales.
Por esto, el cartel mostrado anteriormente de Arteche (Les milicies us necesiten) presenta ahora el frágil intento de construir un nuevo modelo de mujeres luchadoras.
A diferencia de los carteles de guerra, las fotos de la época (como la que vamos a mostrar ahora), muestran que la mayoría de las milicianas tenían un parecido más estrecho con las mujeres españolas de clase obrera.
La consigna predominante de la época era: ''Los hombres al frente. Las mujeres a la retaguardia''. Hablemos ahora, por tanto, de las mujeres combativas. Las heroínas de la retaguardia.
La imagen militarista de la miliciana contrastaba con la clásica imagen de madre combativa que quería conseguir el bienestar familiar y colectivo, lo que podría llamarse la auténtica heroína de la retaguardia. La mayor parte de las imágenes de madres combativas, las representaban como madres y esposas que trabajaban en la retaguardia en tareas de apoyo. Las nuevas propagandas ya mostraban la iconografía tradicional femenina.
Los carteles de guerra comenzaron a mostrar imágenes más tradicionales de mujeres amas de casa, dedicadas a las tareas típicas de asistencia social, sanitaria y hospitalaria o a los trabajos domésticos en casa, atendiendo los intereses de sus hijos. Las madres combativas, heroinas de la retaguardia, constituían un modelo a seguir. Está claro que los republicanos exaltaban y admiraban la maternidad. Recurrir a la maternidad y el derecho de las madres a defender a sus hijos de la brutalidad fascista era un método fuerte para movilizarlas. La maternidad no solo evocaba valor y coraje, sino también sacrificio; y este sacrificio también iba a tener efectos de largo alcance en el futuro (parían hijos que a su vez determinarían la suerte de las futuras generaciones). Todas luchaban y querían sacar a sus hijos de esa contienda.
Pasemos ahora a hablar de otras repercusiones que trajo consigo la guerra: Las expectativas de ampliación de su ámbito de actividades. Aunque eran limitadas y no rompían con la división del género del trabajo, se produjo una apertura de los horizontes sociales, políticos y culturales. Se creó una notable cantidad de trabajos. Y, aunque, no cabía duda de que la participación de la mujer en la política y en la guerra formaba parte de un proceso más amplio de cambio social que la fomentaba, las dramáticas circunstancias que vivían las mujeres provocaban su optimismo, incluso euforia, y la sensación de que el ritmo del cambio se aceleraba.
Está claro que el papel de la mujer en la guerra, incluso en los primeros meses, se consideraba principalmente como una contribución, una ayuda o una dedicación a un nivel muy distinto de los hombres. Y, una vez más, se estimó que su aportación más importante fue la de haber colaborado con sus maridos, hermanos, hijos o novios, al esfuerzo bélico. El punto de referencia era siempre EL HOMBRE.
Concluiremos evidenciando que las mujeres se convirtieron en heroínas cuando se hicieron equivalentes a los hombres. Pero ellas mismas mencionaban la necesidad de ser útiles, de jugar un papel positivo y de vencer los perjuicios y la conducta convencional para tomar parte de la forma decisiva en la lucha antifascista.
Sabemos que una vez terminada la Guerra Civil, estas mujeres bajo la dictadura franquista, se vieron en un mundo en el que el miedo y el silencio predominaron en sus vidas. Algunas de ellas tenían que guardar en silencio la existencia de sus esposos e incluso decir que estaban muertos para que estos no fuesen detenidos y fusilados por el bando franquista. Vivieron perseguidas por el miedo y la tristeza. Y esta cruel situación, podemos verla en uno de los relatos del libro Los Girasoles Ciegos, de Alberto Méndez; cuya derrota (capítulo) tiene el mismo nombre del libro.
Alumno: Alfonso José Ramos Tejero.