RELIGIÓN VERSUS CIENCIA

EL ORIGEN DE LA VIDA
La cuestión del origen de la vida en la Tierra ha generado en las ciencias de la naturaleza  un campo de estudio especializado cuyo objetivo es dilucidar cómo y cuándo surgió. La opinión más extendida en el ámbito científico establece la teoría de que la vida  comenzó su existencia a partir de la materia inerte en algún momento del período comprendido entre 4.400 millones de años cuando se dieron las condiciones para que el vapor de agua pudiera condensarse por primera vez y 2.700 millones de años atrás cuando aparecieron los primeros indicios de vida. Las ideas e hipótesis acerca de un posible origen extraterrestre de la vida (panspermia), que habría sucedido durante los últimos 13.700 millones de años de evolución del Universo tras el Big Bang, también se discuten dentro de este cuerpo de conocimiento.

El cuerpo de estudios sobre el origen de la vida forma un área limitada de investigación, a pesar de su profundo impacto en la biología y la comprensión humana del mundo natural. Con el objetivo de reconstruir el evento se emplean diversos enfoques basados en estudios tanto de campo como de laboratorio. Por una parte el ensayo químico en el laboratorio o la observación de procesos geoquímicos o astroquímicos que produzcan los constituyentes de la vida en las condiciones en las que se piensa que pudieron suceder en su entorno natural. En la tarea de determinar estas condiciones se toman datos de la geología de la edad oscura de la tierra a partir de análisis radiométricos de rocas antiguas, meteoritos, asteroides y materiales considerados prístinos, así como la observación astronómica de procesos de formación estelar. Por otra parte, se intentan hallar las huellas presentes en los actuales seres vivos de aquellos procesos mediante la genómica comparativa y la búsqueda del genoma mínimo. Y, por último, se trata de verificar las huellas de la presencia de la vida en las rocas, como microfósiles, desviaciones en la proporción de isótopos de origen biogénico y el análisis de entornos, muchas veces extremófilos semejantes a los paleoecosistemas iniciales.

Los progresos en esta área son generalmente lentos y esporádicos, aunque aún atraen la atención de muchos científicos dada la importancia de la cuestión que se investiga. Existe una serie de observaciones que intentan describir las condiciones fisicoquímicas en las cuales pudo emerger la vida, pero todavía no se tiene un cuadro razonablemente completo acerca de cómo pudo ser este origen. Se han propuesto varias teorías, siendo la hipótesis del mundo de ARN y La cuestión del origen de la vida en la Tierra ha generado en las ciencias de la naturaleza  un campo de estudio especializado cuyo objetivo es dilucidar cómo y cuándo surgió. La opinión más extendida en el ámbito científico establece la teoría de que la vida  comenzó su existencia a partir de la materia inerte en algún momento del período comprendido entre 4.400 millones de años cuando se dieron las condiciones para que el vapor de agua pudiera condensarse por primera vez y 2.700 millones de años atrás cuando aparecieron los primeros indicios de vida. Las ideas e hipótesis acerca de un posible origen extraterrestre de la vida (panspermia), que habría sucedido durante los últimos 13.700 millones de años de evolución del Universo tras el Big Bang, también se discuten dentro de este cuerpo de conocimiento·

El cuerpo de estudios sobre el origen de la vida forma un área limitada de investigación, a pesar de su profundo impacto en la biología y la comprensión humana del mundo natural. Con el objetivo de reconstruir el evento se emplean diversos enfoques basados en estudios tanto de campo como de laboratorio. Por una parte el ensayo químico en el laboratorio o la observación de procesos geoquímicos o astroquímicos que produzcan los constituyentes de la vida en las condiciones en las que se piensa que pudieron suceder en su entorno natural. En la tarea de determinar estas condiciones se toman datos de la geología de la edad oscura de la tierra a partir de análisis radiométricos de rocas antiguas, meteoritos, asteroides y materiales considerados prístinos, así como la observación astronómica de procesos de formación estelar. Por otra parte, se intentan hallar las huellas presentes en los actuales seres vivos de aquellos procesos mediante la genómica comparativa y la búsqueda del genoma mínimo. Y, por último, se trata de verificar las huellas de la presencia de la vida en las rocas, como microfósiles, desviaciones en la proporción de isótopos de origen biogénico y el análisis de entornos, muchas veces extremófilos semejantes a los paleoecosistemas iniciales.

Los progresos en esta área son generalmente lentos y esporádicos, aunque aún atraen la atención de muchos científicos dada la importancia de la cuestión que se investiga. Existe una serie de observaciones que intentan describir las condiciones fisicoquímicas en las cuales pudo emerger la vida, pero todavía no se tiene un cuadro razonablemente completo acerca de cómo pudo ser este origen. Se han propuesto varias teorías, siendo la hipótesis del mundo de ARN y la teoría del mundo de hierro-sulfuro las más consideradas por la comunidad científica.la teoría del mundo de hierro-sulfuro las más consideradas por la comunidad científica.
EL ORIGEN DE LA VIDA SEGÚN LA RELIGIÓN

“Hay interrogantes que los científicos jamás podrán responder”, asegura el escritor Tom Utley. Y añade: “Es posible que la gran explosión tuviera lugar hace doce mil millones de años, pero ¿por qué ocurrió? [...] ¿Cómo llegaron a existir esas partículas en primer lugar? ¿Qué había allí antes?”. Utley concluye: “Está más claro que nunca que la ciencia jamás satisfará nuestra sed de respuestas”.
El conocimiento científico al que ha conducido esta curiosidad ilimitada, lejos de refutar la existencia de Dios, solo ha confirmado que vivimos en un mundo increíblemente complejo, intrincado e imponente. A muchas personas con capacidad crítica les parece plausible concluir que las leyes físicas y las reacciones químicas, así como el ADN y la asombrosa variedad de seres vivos, señalan a un Creador. No hay pruebas irrefutables que demuestren lo contrario.

Si un Creador dio origen al universo, no podemos esperar comprenderlo a él o sus propósitos utilizando telescopios, microscopios u otros instrumentos científicos. Imagínese que un alfarero ha hecho un jarrón. Por mucho que usted examine la pieza no logrará averiguar por qué la fabricó. Para saber la razón, tendría que preguntarle al alfarero.
El biólogo molecular Francis Collins explica cómo la fe y la espiritualidad pueden ayudar a llenar el vacío que deja la ciencia: “No esperaría que la religión fuera el medio adecuado para determinar la secuencia del genoma humano, tal como no esperaría que la ciencia fuera el medio para investigar lo sobrenatural. Ahora bien, las preguntas más importantes, las que verdaderamente interesan, como ‘¿Por qué estamos aquí?’ o ‘¿Por qué tenemos los seres humanos una necesidad espiritual?’, no las puede responder la ciencia de forma satisfactoria. Muchas de las supersticiones que surgen terminan desapareciendo, pero ese no es el caso de la fe, lo que indica que es algo real”.

La religión verdadera revela el porqué de nuestra existencia y cuál es el propósito de la vida. Al hacerlo, también ofrece valores y normas morales y éticas, así como guía en la vida. El cosmólogo Allan Sandage lo expresó así: “No acudo a un libro de biología para aprender a vivir”.
Millones de personas de todo el mundo creen haber hallado adónde acudir para aprender a vivir. También creen que han encontrado respuestas verdaderamente satisfactorias a las preguntas de por qué estamos aquí y hacia dónde nos dirigimos. Dichas respuestas existen, pero ¿dónde se encuentran? En el libro sagrado más antiguo y de más amplia distribución: la Biblia.
La Biblia indica que Dios preparó la Tierra pensando especialmente en los seres humanos. Isaías 45:18 dice respecto a ella: “Dios [...] no la creó sencillamente para nada, [sino] que la formó aun para ser habitada”. Además, dotó al planeta de todo lo que el hombre necesita, no solo para vivir, sino para disfrutar al máximo de la vida.
Los seres humanos recibieron la comisión de administrar la Tierra, de ‘cultivarla y cuidarla’ (Génesis 2:15). Asimismo, la Biblia explica que el conocimiento y la sabiduría son dones de Dios, y que debemos amarnos unos a otros y hacer el bien a los demás (Job 28:20, 25, 27; Daniel 2:20-23). De modo que solo podemos llevar una vida con propósito y significado si descubrimos y aceptamos el propósito de Dios para la humanidad.

Dios crea primero a los animales, y entonces crea al hombre y a la mujer a su imagen, sin establecer ninguna prioridad entre ellos; pero en el segundo capítulo, en la creación del Huerto del Edén muchos ven que Yahweh crea a Adán primero, luego a los animales y finalmente crea a Eva de una costilla de Adán, o de su costado según la traducción.
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (Gn.1.27)
Y de la costilla que Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trájo al hombre. (Gn.2.22)

Para los creacionistas, el capítulo uno del Génesis presenta la semana de la creación, que culmina con la institución del día de reposo. Esa es la idea central de ese capítulo. Mientras que la idea principal del capítulo segundo es la institución del matrimonio, y se mencionan detalles concernientes a dicha institución.

Formó, pues, Dios de la tierra, toda bestia del campo, y toda ave de los cielos y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. (Gn.2.19)


En cuanto a la creación de Adán, el pasaje de Génesis 1: 27, no dice que fueron creados simultáneamente, sino que fueron creados en el mismo día. Por lo cual los creacionistas sostienen que el capítulo dos no contradice al primero, sino que sólo añade detalles no mencionados en el capítulo uno. Como por ejemplo; que antes de crear a la mujer, Dios trajo todas las criaturas ante Adán para que les pusiera nombre. Todo esto con un propósito mayor que la mera taxonomía de la fauna.
 Dios creó una mujer y se la dio a Adán. Él quiso que el hombre reconociera primero que algo le faltaba, y por eso le trajo todos los animales.
Es muy triste que en países avanzados como el nuestro la evolución apenas sea conocida, entendida y aceptada por una gran parte de la población. No parece haber datos estadísticos sobre los españoles, pero puede orientarnos -considerando los datos comparados de otras creencias religiosas- saber que un gran porcentaje de la población estadounidense sigue creyendo al pie de la letra las historias bíblicas sobre nuestros orígenes.
Después de casi 150 años desde Darwin, la historia de la creación en la que Dios creó el mundo en seis días es creída por el 61%. En la encuesta aparecen como mucho más creyentes en esos absurdos mitos los protestantes (creen en torno al 88 %) que los católicos (en torno al 48 %). En otra encuesta (Newport 2004), sólo el 35 % piensa que la evolución está bien apoyada en pruebas y sólo el 13% cree que en la aparición del hombre no intervino directamente Dios. Eso explica que el 76 % no se sentiría contrariado si en las escuelas públicas se explicara la teoría creacionista según la cual la especie humana procede de creación directa por Dios, no de la evolución (Carlson 2005).
Con ese respaldo popular, extrañan menos los incesantes intentos de que no se explique la evolución adecuadamente en las escuelas: a los 80 años del célebre juicio contra el profesor John Thomas Scopes por enseñar la evolución, se ha celebrado un nuevo proceso en Kansas para llevar el antievolucionismo a la enseñanza. En definitiva, en Estados Unidos la mayoría aceptaría sin dudar el llamado "argumento del diseño", y cabe pensar que en España el respaldo sería mucho menor, pero considerable. El argumento del diseño ha sido utilizado, junto a los argumentos ontológico y cosmológico, como prueba de la inevitable existencia de un creador del universo. El teólogo del siglo XVIII William Paley lo exponía en un pasaje muy conocido al comienzo a su Teología natural, o pruebas de existencia y atributos de la divinidad recogidas a partir de los aspectos de la naturaleza, de 1802. Básicamente decía que si la complejidad y precisión del diseño de un reloj nos fuerzan a concluir que tuvo un fabricante inteligente, las obras de la naturaleza nos fuerzan con mucho más motivo.
Sin embargo, David Hume, en su Diálogos sobre la religión natural, publicado en 1779, ya había hecho una crítica demoledora a la lógica de la utilización del aparente diseño de la naturaleza como prueba positiva de la existencia de Dios: el argumento del diseño es sólo una analogía, que puede servir de guía para formular una hipótesis, pero no es un criterio válido de prueba; además, es una analogía débil si atendemos con detenimiento a las similitudes entre los seres vivos y los objetos diseñados por el hombre.
A pesar de la contundencia de los argumentos de Hume, no había una explicación satisfactoria de la complejidad del mundo, sobre todo de la vida, ni pruebas de la aparición natural de los seres vivos. El principio de esta explicación y esas pruebas vino de la mano de Alfred Russel Wallace y, sobre todo, de Charles Darwin, cuando publicó en 1859 El origen de las especies. Desde entonces las pruebas del hecho evolutivo son abrumadoras, y sólo discuten la existencia de la evolución, conociendo esas pruebas, personas obcecadas (véase una buena divulgación evolucionista en Dawkins 1986).
Los defensores del "diseño inteligente" (una nueva versión del viejo creacionismo que evita hablar de una Tierra de 6.000 años de antigüedad), muchos de ellos en el Discovery Institute de Seattle, aceptan la evolución pero declaran que es imposible sin la mano guiadora de un impulsor. Intentan contar con un fundamento científico demostrando aquella imposibilidad, y están siendo cada vez más activos en los campus universitarios. De hecho, la revista Nature, pregunta desde su portada del 28 de abril de 2005: Is intelligent design coming to your campus? (¿Está llegando el diseño inteligente a tu campus?) Y en el editorial pide a los científicos que no se ignore esta "amenaza al mismo corazón de la razón científica", que defiendan esta razón ante los estudiantes.
Las "demostraciones" que propone el diseño inteligente lo que suelen probar es falta de conocimiento de los procesos evolutivos y, en general, de los mecanismos generadores de complejidad. Sus defensores desconocen, aparte de los mecanismos evolutivos biológicos que está desentrañando la genética, la biología molecular y la biología teórica en general, los mecanismos de alcance general que estudia la termodinámica de sistemas alejados del equilibrio, el caos determinista y otras aproximaciones a los fenómenos de autoorganización (véase Lewin 1999). En el mejor de los casos, nos las vemos con el viejo "Dios de los huecos" o "Dios tapaagujeros", el que hace siglos valía para explicar tantas cosas, pero que ha ido retrocediendo empujado por el avance del conocimiento científico. Ese Dios que surgió de la ignorancia es un anacronismo que se mantiene por el peso de la tradición y por la propia ignorancia científica actual.
Los defensores del diseño inteligente parecen ignorar que la arquitectura y funcionamiento de los seres vivos, aun siendo sobrecogedores, distan, como señaló el propio Darwin, de la perfección. El gran biólogo francés François Jacob (1981) dejó claro que la evolución -si se quiere una imagen antropomórfica- actúa como una gran oportunista sin planes de futuro, aficionada al bricolaje, no perspicaz diseñadora. ¿No es notable, por ejemplo, que ningún animal haya incorporado el enormemente ventajoso movimiento rotatorio de las ruedas? (Holliday 2003).
Los avances en el conocimiento de la evolución no han eliminado las fuertes controversias sobre aspectos concretos de los procesos y los mecanismos implicados, pero, dada la enorme coincidencia de todos los seres vivos conocidos sobre la Tierra en el plano celular y molecular, pocos dudan de que tienen un origen común. Es decir, cada célula de cada ser vivo (incluyéndolo a usted) procede de otra célula (omnia cellula ex cellula), que a su vez procede de otra… Esto nos lleva a un viaje ininterrumpido hacia el pasado en el que finalmente nos encontraríamos con una célula, o mejor, una población celular, que sería el ancestro común a todos los seres vivos (se la conoce en la literatura científica como LUCA, de Last Universal Common Ancestor).
Incluso para muchos de quienes aceptan la evolución, y entienden que una especie se moldea mediante una acumulación de cambios a partir de organismos ancestrales y en ocasiones mucho más simples, la aparición de los primeros organismos sobre la Tierra supone un problema sin solución.
Desde luego, es un problema que no resuelve la teoría evolutiva convencional, pues ésta se ocupa de las transformaciones de especies ya existentes. Pero el cómo pudo emerger la vida es un problema genuinamente científico, aunque con dificultades excepcionales: la ciencia podrá demostrar cómo pudieron ocurrir probablemente los hechos (el origen de la vida), e incluso probarlo en el laboratorio, pero parece que nunca podrá certificar que ocurrieron de esa manera. Desde que Alexander I. Oparin y John B. S. Haldane propusieron las primeras hipótesis científicas en torno al origen de la vida en los años 1920, y desde que Stanley L. Miller demostró en el laboratorio, en 1953, que la simulación de las condiciones de la Tierra primigenia originaba espontáneamente compuestos característicos de los seres vivos (aminoácidos), se ha avanzado mucho en la comprensión del problema y en el planteamiento de soluciones. Hoy es un campo activo y apasionante de investigación en el que quedan importantes asuntos que resolver para entender, sobre bases sólidas, cómo pudieron ensamblarse las primeras células; sin embargo, no son hipótesis científicas lo que falta (véase la de Günter Wächtershäuser (1988) como hipótesis modélica, y una perspectiva general en Aguilera (1993)). Por tanto, no se puede sostener -si no es por ignorancia o mala fe- que el origen de la vida es un problema que la ciencia no puede ni podrá explicar. Pocos científicos informados dudan de que el origen de la vida fue un suceso natural, espontáneo, aunque haya diversidad de pareceres en cuanto a la probabilidad del suceso dadas las condiciones adecuadas (lo que afecta también a la probabilidad de vida extraterrestre).
Lo que sabemos del origen de la vida permite decir, una vez más, que la hipótesis de Dios es innecesaria si aceptáramos al Dios creador y diseñador como hipótesis de trabajo, concluiríamos que se trató , aparentemente, de un ignorante en Biología molecular. El propio código genético, con el que se traducen los mensajes genéticos al lenguaje de las proteínas, parece fácilmente mejorable. De hecho, los humanos, que apenas hemos empezado a avanzar en Biología molecular, ya estamos proyectando la mejora de ese código en especies existentes… o en especies desarrolladas casi de novo.
El último episodio de la evolución biológica donde las religiones suelen invocar la intervención divina es la aparición de la especie humana. La Iglesia católica, que acabó aceptando en 1992 que "la evolución es algo más que una hipótesis", sigue manteniendo fuera del alcance evolutivo la aparición de los humanos: hubo Dios de intervenir para insuflar el alma. Este mito del alma, refutado de manera implacable y exhaustiva por Gonzalo Puente Ojea (2000), es uno de los últimos refugios del Dios tapaagujeros… sólo que, desde el punto de vista científico, cuesta ver qué agujero es el que se pretende tapar. Con los conocimientos científicos actuales, la hipótesis del alma no es solamente innecesaria o metafísica. La ciencia no sólo no la contempla por su materialismo metodológico, pues si se dice que el alma afecta a las funciones cerebrales, cae en las redes científicas: es una hipótesis del ’reino empírico’. Pero como tal, está incluso pendiente de formulación rigurosa, me temo que porque la formulación clara choca de inmediato con los hechos y la razón.
En estos tiempos es difícil imaginarse a alguien documentado que crea que Dios dirigió la creación y la evolución del universo y de la vida en la Tierra con el objetivo de llegar al hombre. La historia evolutiva que condujo a nuestra especie estuvo -como ha explicado convincentemente Gould- plagada de contingencias; la caída de un gran meteorito hace 65 millones de años, decisiva para el fin de los dinosaurios y tantas otras especies y para la prosperidad de nuestros antepasados, es sólo una de ellas. El conocimiento cada vez más profundo de la evolución (por ejemplo, a nivel genético y molecular) deja cada vez más clara la no singularidad de nuestra especie.
La visión anticientífica, por motivos religiosos, de la especie humana y sus orígenes, tiene a veces consecuencias desgraciadas. Veamos como ejemplo el caso de la homosexualidad. Diversas religiones la consideran "contra natura" sobre la base de asignar a la naturaleza, y especialmente a los humanos, los propósitos divinos. Sin embargo, es evidente que la homosexualidad es natural, se observa en multitud de especies animales (véase Bagemihl 1999). Otro caso de creencias religiosas anticientíficas con efectos morales graves son la existencia de alma en los zigotos y embriones humanos -recordemos que hablamos de un alma capaz de afectar, en su momento, a la acción cerebral- y la virginidad de la madre de Jesús... además de las ya consideradas, como los hechos milagrosos en general (y la resurrección de Jesús en particular) y la evolución dirigida por Dios. En todos los casos se pone de manifiesto que la ciencia no puede dictar normas morales, pero sí señalar la verosimilitud de sus fundamentos.
Ante las dificultades para defender una evolución guiada por Dios, y las intervenciones de seres trascendentes en general sobre el funcionamiento del mundo, muchos de los defensores de una acción divina orientada a la aparición de la especie humana han encontrado una solución en la cosmología: Dios habría generado el universo con sus leyes y ya no intervendría más. Dios actuaría de forma inmanente a través de las leyes naturales: no tiene que ir haciendo ajustes (incluso no debe), se soslaya el problema de la existencia del mal siendo Dios omnipotente e infinitamente bueno (teodi-cea) y se evita el conflicto con la ciencia. Más aún: la ciencia ofrecería indicios de esa acción divina primigenia.



EL ORIGEN DEL MUNDO SEGÚN DIFERENTES CULTURAS
En la antigüedad, los mitos ofrecían un tipo de respuestas similar al que hoy en día nos proporcionan las teorías científicas. Estas explican los hechos mediante la relación entre conceptos científicos, pero en la antigüedad las culturas arcaicas los justificaban mediante relatos. A través de ellos se indicaba el lugar del hombre en el universo, la naturaleza de la sociedad, la relación entre el individuo y el universo y el significado de los acontecimientos de la naturaleza. 
Existen multitud de mitos y leyendas de acuerdo con las diferentes culturas existentes. En ellos, los dioses suelen representar las fuerzas y elementos fundamentales de la naturaleza, de cuya relación derivan la multitud de fenómenos que condicionan la vida y la sociedad de los diferentes pueblos. Los mitos explican los misterios de la naturaleza, estableciendo relaciones entre cosas simples y conocidas y otras que son más difíciles de comprender. Así como el huevo da origen a la vida, también el mundo en algunos mitos, se originó de un huevo. Las montañas a menudo son inaccesibles e inspiran respeto, igual que los seres a quienes el hombre atribuye un poder superior. Por tanto la morada de los dioses puede ser una montaña (el Olimpo en la mitología griega).
Los mitos existen en todas las partes y todos los pueblos del mundo y a pesar de su asombrosa variedad, comparten ciertas características. Estas similitudes son debidas a que los hombres se encuentran en todos los sitios ante los mismos problemas básicos y se plantean las mismas preguntas. Quieren saber por qué son lo que son, por qué la naturaleza se comporta como lo hace y cómo están relacionadas las causas y los efectos.
Dentro de los mitos, destacan aquellos en los que se explica el origen del mundo y del hombre. En la mayor parte de ellos, la creación del Universo se produce a partir de la nada o el caos, mostrando la importancia que posee el orden (social) en todas las culturas. Suele ser muy común que la creación sea obra de un ser superior o de un dios. Muchas veces, ese dios original, inicia el proceso de creación del Universo y son sus descendientes quienes continúan la obra. De esta forma se muestra que el origen de la vida y del Universo, es un proceso lento y la importancia de la descendencia, su educación y formación.
La idea de la formación de la tierra y el cielo a partir de la separación de la materia original es otro de los puntos recurrentes en los mitos de creación. Es frecuente, además, que el cielo se identifique con una divinidad masculina y que la tierra se vincule a una divinidad femenina, asociando esta divinidad a la fertilidad. Además, en la mayoría de los mitos, el agua en forma de lluvia, lagos y océanos ocupa un papel destacado. Esto es debido a que el agua posee un valor fundamental para la vida, ocupa un lugar destacado entre todos los elementos que constituyen el mundo natural. Otra característica común en los mitos de creación es la idea de que el mundo o incluso todo el Universo está formado por restos corporales de una deidad o entidad superior original. De esta forma se intenta asegurar que las acciones desarrolladas por el ser humano respeten la Tierra y todos sus elementos, al identificarla con un ser superior.
En algunos mitos se da un desarrollo de la creación en varias etapas o fases creándose en una de ellas el ser humano. La naturaleza de los humanos se sitúa entre los dioses, que son superiores al hombre, y los animales, que son inferiores. De esta forma, las culturas recuerdan que el hombre es un ser natural, creado por una deidad al igual que el resto de los seres, pero que se diferencia de ellos por su capacidad de comprensión.

EL ORIGEN DE LA VIDA SEGÚN LA RELIGIÓN
“Hay interrogantes que los científicos jamás podrán responder”, asegura el escritor Tom Utley. Y añade: “Es posible que la gran explosión tuviera lugar hace doce mil millones de años, pero ¿por qué ocurrió? [...] ¿Cómo llegaron a existir esas partículas en primer lugar? ¿Qué había allí antes?”. Utley concluye: “Está más claro que nunca que la ciencia jamás satisfará nuestra sed de respuestas”.
El conocimiento científico al que ha conducido esta curiosidad ilimitada, lejos de refutar la existencia de Dios, solo ha confirmado que vivimos en un mundo increíblemente complejo, intrincado e imponente. A muchas personas con capacidad crítica les parece plausible concluir que las leyes físicas y las reacciones químicas, así como el ADN y la asombrosa variedad de seres vivos, señalan a un Creador. No hay pruebas irrefutables que demuestren lo contrario.

Si un Creador dio origen al universo, no podemos esperar comprenderlo a él o sus propósitos utilizando telescopios, microscopios u otros instrumentos científicos. Imagínese que un alfarero ha hecho un jarrón. Por mucho que usted examine la pieza no logrará averiguar por qué la fabricó. Para saber la razón, tendría que preguntarle al alfarero.
El biólogo molecular Francis Collins explica cómo la fe y la espiritualidad pueden ayudar a llenar el vacío que deja la ciencia: “No esperaría que la religión fuera el medio adecuado para determinar la secuencia del genoma humano, tal como no esperaría que la ciencia fuera el medio para investigar lo sobrenatural. Ahora bien, las preguntas más importantes, las que verdaderamente interesan, como ‘¿Por qué estamos aquí?’ o ‘¿Por qué tenemos los seres humanos una necesidad espiritual?’, no las puede responder la ciencia de forma satisfactoria. Muchas de las supersticiones que surgen terminan desapareciendo, pero ese no es el caso de la fe, lo que indica que es algo real”.

La religión verdadera revela el porqué de nuestra existencia y cuál es el propósito de la vida. Al hacerlo, también ofrece valores y normas morales y éticas, así como guía en la vida. El cosmólogo Allan Sandage lo expresó así: “No acudo a un libro de biología para aprender a vivir”.
Millones de personas de todo el mundo creen haber hallado adónde acudir para aprender a vivir. También creen que han encontrado respuestas verdaderamente satisfactorias a las preguntas de por qué estamos aquí y hacia dónde nos dirigimos. Dichas respuestas existen, pero ¿dónde se encuentran? En el libro sagrado más antiguo y de más amplia distribución: la Biblia.
La Biblia indica que Dios preparó la Tierra pensando especialmente en los seres humanos. Isaías 45:18 dice respecto a ella: “Dios [...] no la creó sencillamente para nada, [sino] que la formó aun para ser habitada”. Además, dotó al planeta de todo lo que el hombre necesita, no solo para vivir, sino para disfrutar al máximo de la vida.
Los seres humanos recibieron la comisión de administrar la Tierra, de ‘cultivarla y cuidarla’ (Génesis 2:15). Asimismo, la Biblia explica que el conocimiento y la sabiduría son dones de Dios, y que debemos amarnos unos a otros y hacer el bien a los demás (Job 28:20, 25, 27; Daniel 2:20-23). De modo que solo podemos llevar una vida con propósito y significado si descubrimos y aceptamos el propósito de Dios para la humanidad.


HISTORIA Y DEFINICIÓN DEL CHAMANISMO
El chamanismo antiguamente fue practicado por una élite sacerdotal y lo que conocemos como chamanismo, sobre todo en Perú, después de quinientos años, no es el chamanismo auténtico, porque este chamanismo está desprovisto de lo que es el trabajo de autodescubrimiento. Podríamos decir que el chamanismo que se practica ahora es como la medicina oficial, donde el paciente va al médico para que le solucione el problema y el doctor intenta solucionarle su afección a través de unas sustancias químicas sin llegar a la esencia de la enfermedad.

Juan Ruiz Naupari: Chamanimo esencial

El chamanismo es un modo disciplinado de obtener ayuda y conocimientos, basado en la premisa de que no tenemos necesidad de limitarnos a operar en una realidad, una dimensión, cuando necesitamos ayuda. Existe otra realidad que nos puede prestar ayuda en la vida, una realidad llena de belleza y armonía, dispuesta a ofrecernos el mismo tipo de sabiduría sobre el que leemos en los escritos de los grandes místicos y profetas. Lo único que debemos hacer es mantener la mente libre de prejuicios y realizar el esfuerzo para seguir la senda del chamán.

Michael Harner: "¿Qué es un chamán?"

Realizado por: Rocío Utrera Moreno =)