sábado, 14 de mayo de 2011

PSICOLOGÍA VERSUS PARAPSICOLOGÍA (3ª Evaluación)

TESTIMONIOS REALES ACERCA DE LA REGRESIÓN HIPNÓTICA



  • M. R., mujer, 29 años. Acude a consulta por obesidad. 

     Quiero contar una experiencia inexplicable para mí. Acudí a terapia                                      regresiva por un problema de obesidad que hace años me tiene a mal traer, pues siempre fallo con las dietas y tengo la sensación de que “algo” me obliga a comer compulsivamente. 

Me costó un poco relajarme porque estaba muy nerviosa, pero no se bien en que momento, ya estaba en un lugar totalmente desconocido. Pude ver mis manos muy delgadas y de inmediato sentí muchísimo hambre y sed. Miré alrededor y allí había personas tendidas frente a casas de piedra, vestidos ricamente con túnicas blancas, en medio de un festín. 

Yo me sentí sin fuerzas, pero observé una charca y me asomé para beber y allí vi mi rostro: ¡Era un hombre!. Estaba extremadamente delgado, vestido con harapos y en la cabeza tenía como una especie de sombrero muy raro, que parecían anillos pegados, de diferentes tamaños. Me miré los pies y eran casi cadavéricos. Quise gritar pidiendo comida, que me ayuden, pero la voz era tan débil que no me escuchaban. En ese momento sentí una sensación que no puedo describir y supe que me estaba muriendo. ¡En ese mismo instante comprendí que ese era el motivo de mi necesidad compulsiva de comer!. 

Me siento reconciliada con ese aspecto de mí y he logrado controlar el hambre y la ansiedad. Llevo realizadas 14 sesiones de terapia y he bajado ocho kilos.



  • V. T., varón, 25 años. Solicita terapia porque se considera depresivo. 

     Creo que no tengo motivos reales para estar triste, pero lo cierto es que nada me satisfacía; mi vida era pura tristeza. Siempre me había sentido así. Me enteré de las regresiones por un amigo al que le fue muy bien y que logró superar su timidez. Luego de la primera sesión, debo reconocer que me sentí desconcertado, porque reviví una situación infantil de la que ni tenía recuerdos.

A la cuarta o quinta, ya comencé a sentirme más animado y reconocí el origen de mi tristeza en un abuso que sufrí de pequeño. Sigo en tratamiento y realmente pienso que esta vez lograré superar mi problema, pues veo la vida con otro color.



  • J. H., mujer de 30 años. Su problema es afectivo. 

       Me he pasado la vida de pareja en pareja. Siempre sucede lo mismo: todo va genial al principio, pero poco a poco y sin entender por qué, la relación se deteriora y termina fatal. Siempre me dejan. Estuve en tratamiento un tiempo con Terapia Psicológica, sin que me convenzan los resultados y por eso decidí probar con alguna terapia alternativa y leí en Internet sobre las regresiones. Pude comprobar que mis parejas me dejan pero porque “yo las echo”. Descubrí un gran resentimiento para con los hombres y cuando lo resolví, cambió mi actitud, porque al revivir rupturas anteriores pude ver que les hacía la vida imposible sin darme cuenta. Hice regresiones a vidas pasadas y a la panza de mi madre y fueron experiencias increíbles, muy fuertes. Estoy conforme de cómo va mi terapia y la relación con mi novio actual ha mejorado.



  • A. L. D. varón, de 34 años. Lleva casi diez años enganchado a la cocaína. 

     Durante la adolescencia estuve fumando porros controladamente, pero luego necesité pasar a otras cosas. Probé de todo; finalmente me hice adicto a la coca. Mis padres ya no sabían que hacer. Me echaron de casa. Como tengo un trabajo que me deja buen dinero, seguí tomando y tomando. Llegué a consumir a diario y sin control. En una ocasión tuvieron que internarme. Allí alguien me habló de las regresiones y decidí probar, aunque la verdad es que no sabía ni de que iban. Lo primero que me exigió Carlos antes de empezar, es que estuviese verdaderamente decidido a asumir el trabajo terapéutico que significa superar las drogas, y luego, alejarme de la gente que frecuentaba. 

Eso es lo que más me costó, pero pude hacerlo paulatinamente. Lo asombroso para mí fue descubrir que mis deseos de tomar eran por un “agujero en el corazón”, por falta de amor y una profunda necesidad de que me quieran y poder querer. Llevo cuatro meses de terapia y voy muy bien. 

He dejado de consumir y aunque al principio el “mono” era fuerte, actualmente casi ni me acuerdo de la “amante fatal” como llama Carlos a la coca. Estoy seguro que la dejaré definitivamente.



  • P.M, mujer, 43 años. Sufre Síndrome de Fatiga Crónica. 

     Esta es la aventura más inimaginable que ha sucedido en mi vida. ¡Aún tengo los pelos como escarpias! Para ti lo que me ocurrió debe ser habitual, pero yo estoy francamente impresionada. 
Gracias Carlos por haber sido mi guía en esta primera experiencia regresiva a una vida anterior.

Este es mi testimonio: en mi regresión supe de inmediato que era una escritora; me sentí desprejuiciada y supe que iba a contracorriente con las costumbres de mi época. Reviví muchos pasajes de esta existencia y al llegar el momento de la muerte, comprendí que había sido vanidosa en mi juventud. Esto me sorprendió mucho, pues no soy así. Hasta aquí aspectos de la sesión.

De regreso a mi casa, tuve tiempo para meditar sobre esta maravilla vivida. Deseaba saber el apellido de la escritora francesa que supuestamente fui en mi vida anterior, para intentar localizar su biografía a través de Internet. Me resonaba el apellido Vaumont, Dumont, Valmont, o algo así. La autora que he encontrado se llama Jeanne Marie Leprince de Beaumont, que fonéticamente se asemeja a Vaumont. No me preguntes cómo he llegado hasta ella, porque no tenía su verdadero nombre (Jeanne Marie). Cuando durante la regresión me preguntaste acerca de si tenía presente qué obra había escrito, te dije,”Belle”, por lo que luego supuse se trataba de “Belle de Jour”. Pero descubrí que la obra más famosa de Beaumont es “La Belle et la Bete”, o sea, “La Bella y la Bestia”. Fue llevada al cine y es una película dirigida a un público infantil pero que a mí siempre me ha encantado. De hecho tengo el video en casa y lo he visto muchas veces. 

También he relacionado esta anterior existencia con mi afición a escribir. Hará unos 10 años me preparé para obtener el Título Superior de la Escuela Oficial de Idiomas en Francés. Acudí a un profesor particular nativo y en un año saqué los cinco niveles, lo cual no tiene ningún mérito teniendo en cuenta que el francés es mi idioma natal. Sin embargo, sí que es cierto que todos mis estudios los realicé siempre en castellano, por lo que la lengua francesa escrita era ajena a mí y la estudié como segundo idioma. Pero hubo un hecho que llamó la atención del profesor: en mis redacciones empleaba frases o giros que yo jamás había leído y que daban un aspecto literario a mis redacciones.

Otra cosa he podido relacionar ahora: Beaumont vivió en Annecy, una pequeña ciudad francesa que yo conocí hará unos 4 años acompañando a mi marido en un viaje que tuvo que hacer y recuerdo que me pareció el lugar más bonito de la tierra. 

Pero hay un dato aún más sorprendente: la foto que he sacado de esta mujer en Internet me ha impresionado, porque en la regresión la vi morir así, con un traje y un gorro como el que lleva; las ropas eran exactamente esas. 
¡Aún no salgo de mi asombro!


    

  • Rocío, 32 años, madre de una niña de 12 años.

Soy Rocío, estoy en un hermoso lugar, muy luminoso, hay una escalera de mármol, con unas vetas muy suaves, parecen pintadas; allí me está esperando un anciano, de cabellos y barba blanca, tiene una túnica de color marfil, me ayuda a subir. Hay una puerta imponente, el anciano la abre e ingresamos a un templo. Este tiene forma de semicírculo, muy luminoso, me hace parar en el centro y puedo contemplar tres puertas de madera talladas, muy lustradas. En una de ellas debo entrar, las observo y de repente la puerta de la izquierda y del centro, comienzan a desaparecer, en una gran nebulosa, quedando la puerta de la derecha; comienza a abrirse lentamente y me atrae su espesa niebla; sin darme temor, entro. 

Al ingresar no puedo ver nada, solamente niebla, que cada vez se hace más y más espesa. A lo lejos veo una pequeña luz, que poco a poco al avanzar se ve con mayor nitidez y al llegar distingo un farol de calle, pero con tres lámparas, en forma oval cada una, no es eléctrico, sino parece antiguo, su pie de color bronce, no tiene brillo, es alto. Lentamente, éste me permite ver la calle, es de adoquines, sin veredas angostas de una tonalidad gris.

Hay algo que me llama la atención, no hay plantas ni flores, todo es tan gris solitario, que da tristeza; me siento como una cámara, que veo todo pero soy ajeno a este paisaje.

- Ahora estoy en un gran salón, parado frente a un ventanal, en un primer piso, tengo puesto un blusón marfil, pantalón oscuro; lentes, con cristal circular, mi cabello es pelirrojo, con rulos, uso barba con bigotes; de repente veo mis manos y éstas son macizas, blancas. Me doy cuenta que ya no soy Rocío, sino un hombre, el mismo que vi algún tiempo en el espejo; estoy sorprendida pero también siento que lo conozco, no temo.

Me llamo Frank. En ese instante se abre la puerta y se asoma una mujer vieja, tiene puesto un miriñaque y calota, toda de negro, en su mano trae un balde de latón gris, que vino a limpiar, pero al estar el salón ocupado, se retira disculpándose. A los costados del salón hay dos grandes bibliotecas de madera, repletas de libros, no tiene lugar libre, a mi costado una gran mesa de madera oscura, es maciza, fuerte, sus patas talladas, casi imponentes; sobre la mesa una pluma negra, es la que uso para escribir, también hay un papel ocre, el cual está escrito del lado superior el año y muy claro 1854, con números caligráficos.

- Tu pregunta fue: "¿Qué siente Frank, un varón, al hacer el amor?" Y de repente es como si me transportara a un cuarto, tiene un gran ventanal frente a la cama, ésta es amplia y no tiene el mosquitero, es más nunca lo tuvo, se ve la madera oscura, pesada, cálida. Siento las sábanas blancas de hilo y yo allí, haciendo el amor con una mujer blanca, sus cabellos tienen bucles muy negros. La estoy poseyendo, amando, penetrando. Siento su palpitar, nuestro placer, estoy encima de ella y no la estoy lastimando sino amando, ella es Mary, mi amor, mi mujer.
- Regreso nuevamente al salón, soy escritor, doy clases en la Universidad y también trabajo en la biblioteca, estoy casado con Mary, aún no tenemos hijos.

- Estoy en un peñasco, a orillas del mar, es Austria, a mi izquierda hay un viejo faro; aquí vengo a meditar, sentado en las piedras grises, con mi polverino y mi gorra con visera, no dejo de ver el mar y de pensar. Con mis 27 años, debo elegir el trabajo de la Universidad o la biblioteca; realmente los dos me hacen falta, así de esa forma juntaría lo suficiente para casarme con Mary, a quien amo profundamente. Su familia no me quiere, por que soy escritor, bohemio, sin futuro y según ellos no le puedo ofrecer nada. Pero ya lo decidí: tomaré los dos trabajos, por nuestro futuro, sé que lo voy a lograr.

- 29 años, estoy frente al espejo, acomodándome este chabot, hoy es el gran día, hoy desposaré a Mary, estoy realmente feliz.

- Estoy en la biblioteca frente al ventanal, veo la calle, los movimientos, todo es gris, en todas sus gamas, pero no deja de ser gris. Y ese farol de tres luces, está casi frente a la entrada, le da un toque de calidez. Por mi parte tengo todo, Mary, mis dos trabajos, soy realmente un hombre feliz, además escribo, creo que es un don, redactar los sentimientos en una simple hoja.

- Camino, voy yendo a la biblioteca, llevo mi polverino y mi gorra, de repente me paro, para poder ver el panorama de la calle, toda las tonalidades de gris y el farol de tres luces, como un fiel testigo de mi visión. Se escucha el murmullo de la gente, el movimiento de la calle, de ésta época y lugar. Me llaman la atención cuatro hombres, tratando de subir tres cajones de madera, éstos tienen que llevarlos a una ventana, que da a un primer piso. Quieren hacer una especie de cinta transportadora, pero sobre una madera, están discutiendo. Apostaría que no les va a funcionar, pero ellos siguen como mulas... ¡Gané!. Se cayó el cajón y se rompió, si fuera el dueño de esos cajones los mataría; aunque toda esta situación me da mucha risa. Lo gracioso es que se culpan unos a otros pero ninguno levanta lo que está tirado. Y yo no puedo parar de reírme.

- Tengo 37 años, vengo corriendo desde la biblioteca, con mi blusón transpirado, mis pantalones oscuros, entro saltando los dos escalones de la entrada, una de las puertas está abierta, la otra no. A mi derecha hay una especie de arcada de madera, de allí sube una escalera a un piso superior, voy a subir corriendo, pero está bajando un hombre, de baja estatura, con galera y un frac negro, un maletín pequeño, unos lentes como los míos. No me habló, solo bajó los lentes y vi su mirada triste... Estoy ahogado en llanto, deseo gritar, mi Mary se muere, está muy grave, perdió a nuestro bebé y ahora ella se me va... Llego a la habitación, es el mismo cuarto donde hice el amor con Mary; ella está entre sábanas blancas, es hermosa, pero está muerta. Hay mucho dolor, ganas de gritar y no poder... Puedo ver una silla mecedora de madera, con un tapizado oscuro de búlgaro en el respaldo, se la había comprado para que estuviera más cómoda, pensando en su estado. Pero ahora ya es tarde, estoy solo.

- 47 años, estoy en el peñasco, donde venía a hacer planes, quisiera terminar con mi vida, pero ella no se merece un cobarde; aquí están los recuerdos felices, nuestros planes. Aquí venía a pensar en nuestros proyectos, ahora solamente vengo a recordar.

- Estoy en la biblioteca, lo único que me quedan son los libros, ya no doy clases, ¿para qué? Al ver la calle, me doy cuenta que mi vida tomó el color de ella, es gris, triste y fría. Solamente espero que pasen los años y poder estar juntos nuevamente.

- 74 años, estoy en mi cuarto, el mismo de siempre, soy viejo y enfermo, me duele el pecho, es como una presión, casi sin dejarme respirar. La ventana está cerrada, los postigos también, pero se ve una pequeña luz que entra muy cálidamente, es pobre pero deja ver su presencia, como diciendo, ¡Aquí estoy voy a iluminar este triste lugar. El pecho me está comenzando a doler más, casi me cuesta respirar, cada vez el dolor es más fuerte y la luz se hace más luminosa, no puedo dejar de verla, a pesar del dolor del pecho, todo cambia. Esa luz está tomando forma, es maravilloso, es ella, Mary, flotando con un vestido blanco, sus rizos están tan negros y brillosos, está tan hermosa como en el día que se marchó. Me está extendiendo sus blancas manos hacia mí, siento que ya no voy a estar más solo, ya no... Me siento libre, estoy flotando y al darme vuelta puedo ver al viejo en la cama. En su rostro hay un gesto de tranquilidad, dejó de sufrir... Tengo la edad de cuando ella murió, voy de su mano, no temo, estoy flotando como en el espacio, el cuarto se evapora, es una sensación placentera, siento una gran paz, armonía, hay otras energías que no veo pero las percibo... Una entidad de luz se hace presente, creo que es mi Angel Gabriel, y le dice a Frank, que debe darle un mensaje a Rocío, y girando sin soltarse de Mary, me mira con mucho amor, diciendo simplemente.

- Quiérete, ámate y no te culpes, porque seguramente, hoy Rocío, ayer Frank, puede encontrar a su Mary.

Luego la mira y se pierden en la niebla y me puedo quedar en paz.

En el momento en que el Ángel habló con Frank, sentí que ya había dejado el cuerpo de él para ser Rocío, para poder ser testigo de ese hermoso momento de amor de ese hombre que tal vez alguna vez fui.



















Ana Dorado Moreno

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